Hace un tiempo comenté por aquí que de vez en cuando me gusta inventar vidas ajenas.
Y la última vez que me pasó fue hace unas semanas. Entré a comer en un bar, y mientras esperaba que llegara mi comida, me fijé en la pareja que había sentada en la mesa de al lado. Porque realmente, no sé qué pasa en los bares modernos, que se han empeñado en que confraternicemos con las mesas que nos rodean, sino no tiene explicación que haya tan poca separación entre unas y otras.
Total, que yo no quería, pero empecé a escuchar la conversación de la mesa de al lado. No sé el rato que llevaban allí, pero apenas habían probado lo que habían pedido, así que deduje que no llevaban demasiado tiempo sentados. Estaban hablando de la profesión de cada uno, descubriéndose un poquito frente al otro. Lo que hacían en su día a día, lo bien que se lo pasaban con sus compañeros, los turnos de trabajo. Aquello tenía pinta de ser una cita.

Una primera cita. No sé si cómo las citas que salen en las películas o en las series, una cita a ciegas, o una de esas citas que surgen después de horas y horas de chat. Los dos tenían más de 30. Él estaba más nervioso, o lo disimulaba peor. Se contradecía, y al verse pillado, sonreía pidiendo clemencia, buscando la aprobación de ella, que se hacía un poco la tonta mostrando su benevolencia.
Fue divertido verlo desde fuera. Y me recordó a mi primera cita con D. Nosotros ya nos conocíamos, de hecho éramos amigos, pero un día supongo que algo hizo saltar la chispa. Y desde entonces estamos juntos. Nuestra primera cita, curiosamente, fue en otro restaurante de la misma cadena en la que ese día estaba sentada observando a la pareja en su primera cita.



Nosotros ya nos sabíamos nuestras vidas, pero sí que es cierto que en los últimos meses habíamos ido encontrando más puntos en común. No sé si descubrimos algo más del otro aquella noche, pero recuerdo que nos reímos mucho. Nos llovió como nunca a pesar de estar en pleno mes de julio y llegamos empapados a cenar.
A veces nos ponemos tontos y recordamos aquel día, en el que nos empezamos a tomar en serio al otro, en el que comenzó nuestra historia en secreto, sin que nuestros mejores amigos supieran nada por miedo a ‘cargarnos’ el grupo. Y nos volvemos a reír, como aquella noche, como si no hubieran pasado más de ocho años de aquella noche del mes de julio en el que nos llovió a cántaros.
Volviendo a la pareja de la primera cita… Lo suyo fue avanzando y también hablaron de las ciudades que habían visitado, de sus familias, de sus preocupaciones… Toda una declaración de intenciones que se terminó cuando decidieron tomar el café en otro bar.
Y ya no supe más. No sé de qué hablaron durante ese café, ni de si volvieron a quedar. Ni de si esa sería la primera de muchas citas.

Cuando pienso en citas, siempre me viene a la cabeza la cita de dos minutos que Ted le monta a Stella en la serie Cómo conocí a vuestra madre, cuando ella no para de darle largas diciendo que no tiene tiempo para quedar. El personaje de Ted se inventa una cita de dos minutos en la que se resumen todos los tipos de cita posibles: cena, café, cine… Dos minutos sin desperdicio.
Me gustan las citas. Soy una romántica, qué le vamos a hacer. Elegir el plan, buscar sorprender a la otra persona, dejar salir al pequeño Ted que vive en mí…
Y a ti, ¿te gustan las citas?
PD: Todas las fotografías de esta entrada son mías. Seguro que ya las has visto en Instagram.
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